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Universidad del Norte, Colombia

Gramática de la resistencia en Merleau-Ponty y Adorno

Semblanza

Doctor en Filosofía de la Bergische Universität Wuppertal (Alemania). Magíster en Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana. Licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Santo Tomás. Becario del KAAD, del DAAD y de Colfuturo para cursar estudios de doctorado. Desempeña como profesor del Departamento de Humanidades y Filosofía de la Universidad del Norte. Actualmente es miembro del Círculo Latinoamericano de Fenomenología (CLAFEN), de la Sociedad Colombiana de Filosofía (SCF), y del grupo de investigación STUDIA de la Universidad del Norte. Su trabajo docente e investigativo se orienta a problemas relacionados con el cuerpo, el lenguaje y el arte en la filosofía contemporánea. Entre sus publicaciones se encuentran los libros “Phänomenologie der Sprache bei Maurice Merleau-Ponty”, “Pensar el cuerpo” (2018), y algunos de sus artículos tales como “Crítica y resistencia en Martin Heidegger y Theodor Adorno” (Ideas y Valores).

Resumen

Tanto Merleau-Ponty como Adorno proponen una concepción del lenguaje que reconozca la relación dialéctica, de entrelazamiento mutuo, que sostiene este con el pensamiento, con las cosas, con el mundo. Esto exige comprender que el pensamiento no establece una relación de identidad consigo mismo, que pensar, como afirma Adorno en alusión a Kant, significa siempre pensar “algo”, esto es, algo distinto de él mismo (Cfr. Adorno, 2003a, pp. 601-602). 1. El lenguaje no expresa el pensamiento en términos de identidad, de igualdad, como si las palabras pudieran nombrar exactamente lo que quiere decir el pensamiento en virtud de una relación de correspondencia uno a uno entre ellos. No usamos la palabra, el signo, advierte Merleau-Ponty, como quien busca un clavo para fijar algo en la pared (Cfr. Merleau-Ponty, 1960, p. 58) 2. Ahora bien. Queremos mostrar que, en la crítica compartida por los autores a la concepción instrumentalista y abstracta del lenguaje, está presente una reivindicación del lenguaje que, en el caso de la obra de arte, proponemos interpretar como “gramática de la resistencia”. Por “gramática” entendemos aquí la existencia de un lenguaje de la obra de arte que se configura como un sistema (σύστημα) de signos propio. Lo característico del lenguaje de la obra de arte concebido como gramática ‒como sistema, como estructura‒ radica en que su poder de decir, de significar, se encuentra justamente en este, en la estructura. La obra de arte no expresa, no dice, en sentido estricto, en virtud de los signos que la componen, sino del sistema o estructura que estos configuran. Esto equivale a afirmar, observa Adorno (2003b) 3 , la inexistencia del sentido del arte, ya que lo que este dice no aparece como una cosa, un signo, que se pueda localizar, identificar. Al arte le es propio, sostiene el filósofo alemán, ocultarse como los enigmas e imponerse “mediante la estructura” (Ibid., p. 188). El carácter enigmático del arte, al igual que para Merleau-Ponty, es constitutivo de la obra de arte, esto es, no está allí puesto para ser descifrado. La obra de arte habla como enigma, lo que quiere decir como estructura, comogramática. Se trata de una palabra, para decirlo con Merleau-Ponty, antes de la palabra, de un lenguaje antes del lenguaje, que adquiere sentido a través de los demás signos, esto es, de forma indirecta, a distancia. Si bien el lenguaje del arte crea un sistema transparente de expresión que prescribe a cada signo de la obra su modulación (Cfr. Merleau-Ponty, 1969, p. 91) 4 , “lo” expresado por ella conserva paradójicamente, en la misma dirección de Adorno, su sentido oculto, inexpresable. Así, el carácter enigmático del arte radica en su propia expresión: ser expresión de lo inexpresable, de un sentido que se sustrae a la expresión en la expresión. Es lo que quiere decir Merleau-Ponty al afirmar que el sentido de la obra de arte desborda los signos, se encuentra “más allá” de ellos, pero no precisamente afuera, como un sentido sin lenguaje, sino “en” ellos. Profundizaremos, entonces, en la idea de esta gramática de la obra de arte que se resiste a decir, a hablar como signo, a través de significaciones fijas, establecidas: ¿cómo entender la expresión característica de la obra de arte como expresión de un sentido que permanece oculto? ¿qué significa más exactamente este ocultamiento? Intentaremos mostrar que se trata, en últimas, para ambos autores, de la idea de una “gramática viva” que hunde sus raíces en la sedimentación del sentido de la experiencia individual del artista o del intérprete. La obra de arte habla desde un sinnúmero de experiencias acumuladas y, por ello no habla, en rigor, desde la voz de un yo individual, sino, en palabras de Adorno, desde un “nosotros”, o, en palabras de Merleau-Ponty, desde un sujeto anónimo. Un “nosotros” configurado como la fuerza mimética de la experiencia “preindividual”, “primitiva”; un “sujeto anónimo” que tiene el poder de hablar desde una región de lo “no humano”, en palabras de Merleau-Ponty, de un “sentido salvaje”, que aún no ha sido expresado.
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