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Universidad Autónoma de Santo Domingo, República Dominicana

La hermenéutica relacional del sentido

Semblanza

Profesor de filosofía y exdirector del Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Posee un Máster en Estudios Humanísticos mención Ética por el Tecnológico de Monterrey (2005). A su vez, también cuenta con un Máster (2007) y un Doctorado en Filosofía de la Universidad del País Vasco. En el 2009 fue becario de la Fundación Carolina para realizar el Máster Interuniversitario en Estudios Avanzados en Filosofía en la Universidad de Salamanca y Valladolid. Ha realizado estudios en campo de la semiótica de la cultura y el análisis del discurso. Es miembro de número de la Academia de las Ciencias de la República Dominicana, y también, miembro fundador de la Asociación Dominicana de Filosofía donde funge en la actualidad como secretario. Además de ello, ha sido coordinador de la cátedra de introducción a la filosofía del Departamento de Filosofía de la UASD. En el 2004 publicó “Filosofía y sentido. Apuntes para una concepción hermenéutica de la filosofía”, en el 2018 “Ser-en-(la)-relación. Ensayos para una hermenéutica relacionista (Oviedo: Eikasia)” y en el 2023 “Simbolismo e implicación. Contribuciones a la hermenéutica simbólica de Andrés Ortiz-Osés”.

Resumen

En nuestra presentación intentamos una ontología hermenéutica relacionista, que entiende que «la realidad en cuanto tal» es «relación». Planteamos que este concepto trata de fundar una actitud diferente hacia la realidad y la forma de darse la interpretación. Intenta desglosar la tesis de que el ser es relación. Se manifiesta por una confrontación con su antinomia: con aquello que parece «contra-decirle». O bien, el ser no puede ser pensado sin el otro o lo otro que no es él. Por tanto, el sentido se produce al reconocerse uno y otro. De este modo, el ser aparece como un signo relativo. Bajo esta noción, la hermenéutica piensa la realidad bajo el modelo de la red, el tejido, el enjambre, las urdimbres; atiende a un régimen específico reconocido como «régimen diseminatorio» que dice que la realidad no es un cuadro uniforme, unilineal, sino protuberante, con desviaciones, rasgaduras, con espacios opacos... Este «régimen diseminatorio» nos permite evaluar el mundo humano a partir de la inclusión e implicación los opuestos, ya no vistos de manera negativa o como simple contradicciones, sino conjugándose en las interpretaciones, pero identificando los rasgos específicos de cada realidad. Uno de los propósitos de esta hermenéutica relacionista es entender las complejas relaciones entre mundo-lenguaje; interpretación-realidad; símbolo-cultura desde un principio axiológico, inmanente, practico, valorativo, afectivo. Para lograrlo examina la concepción pragmática del lenguaje, sobre todo, atendiendo a su vínculo con el concepto de acción simbólica. A partir de aquí, se elabora un concepto de realidad que incluya la idea de urdimbre social y afectiva. Esta idea intenta “rebasar” todo monismo y dualismo de la tradición filosófica. Por tanto, la base de la noción de “realidad” que iremos desarrollando ya no va a depender de un esquema sustancialista. Frente a este diseño, la relación es una categoría clave que involucra otro modo de enfrentar la categoría de sujeto de sentido. Aparece así la idea de la correlación «sujeto-objeto» que se impone como a priori del mundo, a modo de una estructura integral previa. En términos heideggerianos sería una «estructura precomprensiva». Esto explica el carácter de pertenencia del interprete a lo interpretado que también supondría la idea de un sujeto encarnado en un horizonte ya abierto por una realidad presupuesta o tacita, que puede ser la historia, la tradición, la cultura o el propio lenguaje; elementos que borran esa línea divisoria entre sujeto y objeto. En otro orden, la pregunta fundamental que la hermenéutica relacionista intentara responder es, qué características posee la realidad y cómo se manifiesta. En primer lugar, recurrimos a la metáfora de considerarla como una especie de tejido. Esta analogía, nos remite inevitablemente a la idea de relación, de urdimbre y red, puntualizando su vínculo con la dimensión lingüística o propiamente con el signo. De tal modo, que la realidad radical no es ni objetiva ni subjetiva, sino «objetivo-subjetiva». Su propia constitución es quiasmática y la intención última de toda interpretación es el desglose de su sentido.
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