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Max Planck Institut für Rechtsgeschichte und Rechtstheorie, Alemania

Principio barbárico y fenomenología (Schelling, Merleau-Ponty, Ferenczi, Lispector)

Semblanza

Filósofo de la Universidad de los Andes, el cual cuenta con un magíster en filosofía de la Universidad Nacional, y un doctorado en literatura comparada de la Goethe-Universität de Frankfurt. Sus áreas de interés investigativo se centran en estética y hermenéutica, con énfasis en la tradición romántico-idealista alemana, y el pensamiento contemporáneo francés y alemán (teoría crítica y desconstrucción). Cuenta algunos ensayos sobre Heidegger tales como: “El silencio de lo Sublime en el ‘Origen de la Obra de Arte’, ‘La imagen pensante’, o más recientemente 'Sobre la ontología de la imagen'. Ha sido catedrático en las universidades de los Andes, la Nacional en Bogotá, y la Universidad de Frankfurt. También fue profesor invitado en la Uninorte en Barranquilla y el Collegium Phaenomenologicum en Città di Castello. Actualmente se desempeña como Editor del Instituto Max Planck para Historia y Teoría del Derecho.

Resumen

Por ‘principio barbárico’ se entiende aquí aquella zona de extrañamiento radical que emerge del hecho de que cualquier acercamiento a la “naturaleza” se encuentra ya siempre inmerso en ella. Este ‘ya siempre’ es el índice de una anterioridad de principio, análoga al extrañamiento por el cual no podemos salir del lenguaje para hablar sobre él. Así como no hay meta-lenguaje, la falta de tal instancia exterior nos arroja de entrada a una situación dialógica – donde “diálogo con la naturaleza” (Schelling/Klee) y “diálogo con el habla” (Heidegger) entrañan una sutil relación. No ajena a la circularidad de la comprensión (el problema hermenéutico por excelencia), Merleau-Ponty encuentra en Schelling una vía alterna –a la de Husserl (Ideas II)– para entrar en el círculo por el cual la naturaleza productora (naturante) nos antecede/engloba, mientras nosotros como sujetos la “objetivamos” (en sentido teórico/práctico), la constituimos y sometemos a nuestro dominio como objeto de conocimiento o de usufructo (aprovechamiento, explotación, domino tecnológico, etc.). Si “representar es disponer”, tal instancia de extrañamiento estaría ya en el corazón del evento al que Heidegger llama Gestell. Se trata entonces de dar cuenta de aquella instancia salvaje y “pre-objetiva”, donde eso que Schelling llama ‘primera naturaleza’ (anfängliche/erste Natur) – que antes que relevada (aufhegoben) por una ‘segunda naturaleza’ es principio de potenciación– resguarda el misterio de su intrínseca-monstruosa tecnicidad. Indagar en este ‘principio barbárico’ significa aproximarnos a un punto ciego en el horizonte de las catástrofes (naturales y tecnológicas) de nuestro tiempo. La primera parte propone una mirada retrospectiva a partir del curso de Merleau-Ponty sobre Schelling (La Nature,1957). 1 A primera vista, su lectura ecléctica y selectiva de Schelling (mediada por Jaspers y Löwith) decepciona: ella mezcla motivos de distintos periodos, sin reparar en quiebres y discontinuidades. Para extraer la pulpa de su pregnancia fenomenológica, puede mostrarse que tal lectura atraviesa la obra de Schelling como un rayo, cuya extraña luz permite recorrerla en sentido inverso. Tal camino de lectura parte del punto de llegada: su última “filosofía positiva” (desde 1830), donde la anterioridad de la existencia respecto de la esencia revierte el dogma ontológico fundamental (de Aristóteles a Hegel) del paso de la potencia al acto, dándole a su Potenzlehre un nuevo anclaje en otra instancia de extrañamiento: el ‘ser imprepensable’, das unvordenkliche Sein. Uno segundo paso-atrás daría cuenta del preliminar descubrimiento de la diacronía radical (Weltalter,1811-15/1820), donde ‘pasado absoluto/inmemorial’ (que nunca fue presente) y ‘futuro absoluto’ articulan una noción extática de temporalidad, tal que las cosas no están ‘en’ el tiempo sino éste en ellas. En un tercer sustrato, este “organismo de los tiempos” desplegaría ya la dimensión temporal del abismo de la libertad; según su Tratado (de 1809), este suelo-sin-fondo yace en el seno mismo de la naturaleza, no fuera de ella; lo cual conduce finalmente de vuelta a su temprana Naturphilosophie…¿Puede el entrelazamiento de estos giros desplegar una improbable fenomenología del ‘principio barbárico’? ¿En qué medida lo que “resiste a la fenomenología” se expone allí como su condición de posibilidad? ¿Puede acaso Schelling abrir otra vía – distinta a la de Husserl y Heidegger – hacia la pregunta por una “fenomenología de la fenomenología” (Signes, 225)? La segunda parte de esta contribución propone una mirada prospectiva a la actualidad del ‘principio barbárico’. Dejando de lado sus inmensas implicaciones políticas, se esbozarán aquí dos posibles direcciones: psicoanalítica (Ferenczi) y estética/hermenéutico-literaria (Lispector). 1) Mucho antes de que Merleau-Ponty refiriera “ese resto indestructible, principio barbárico” a la tarea de “hacer un psicoanálisis de la naturaleza” (Le visible etl’invisible,315), la idea de un inconsciente biológico latía desde los inicios del psicoanálisis. Retomando la noción freudiana de pulsión de muerte como “impulso que habita en lo viviente orgánico de restitución de un estado anterior” (Más allá del principio de placer,V), su discípulo Sándor Ferenczi desplegó en 1924 el más radical intento de extender la teoría psicoanalítica hacia la psyché de la vida orgánica. Su Teoría de la Genitalidad le da la vuelta al guante de la ontología: ella despliega el desarrollo ontogenético (donde la vida sexual del sujeto está aún referida al inconsciente de la psyché individual) a contraluz de su “paralelo ontogenético”, dando así nacimiento al “bioanálisis”. Análogo a la subversión (Umsturz) del giro copernicano en Schelling, el giro de Ferenczi expone el desarrollo de la genitalidad como una serie de catástrofes, donde el hito ontogenético del “trauma del nacimiento” (Otto Rank) encuentra su fundamento en la catástrofe filogenética que dio lugar al desarrollo general de la genitalidad y la diferencia sexual en las especies terrestres: el secamiento del mar. La pulsión de muerte (Freud) deviene así en compulsión de “retorno al ámbito más amigable” de la vida prenatal (regressus ad uterum), cuyo paralelo filogenético (thalassalen Regressionszug) expone el origen traumático de la vida misma: “la catástrofe cósmica presupuesta en la animación de la materia”. (Allí reverbera el despliegue schellinguiano de Weltseele en katabolé kosmou, mientras que se anticipa ese enigmático suelo “anorgánico” del inconsciente estructurado como lenguaje en Lacan). ¿En qué medida el ‘principio barbárico’ cobra en Thalassa una impensada actualidad? 2) En un segundo orden de implicaciones, la tecnicidad del ‘principio barbárico’ en la naturaleza se expone como obra de arte. Ella encuentra un brillante paradigma en la escritura de Clarice Lispector. Como lo indica Marcia Sá Cavalcante (traductora de Ser y Tiempo al portugués), “en la escritura de Clarice el lenguaje se torna en orgasmo de la naturaleza”, lo cual sería índice elocuente de “su estrecha proximidad con Schelling” (Time in Exile,109). En ella, la centralidad del Dasein como ‘ente privilegiado’ en Ser y Tiempo se desplaza hacia la inaudita experiencia del estar - siendo, cuyo tiempo gerundivo nos interpela con la extrema otredad de “lo neutro vivo”. ¿Puede interpretarse su escritura como exploración del être sauvage, ese “exceso de ser sobre la consciencia de ser” (Merleau-Ponty)? ¿Logra ella tornar la sombra del fenómeno en ‘experiencia de umbral’ (Benjamin/Waldenfels)? ¿Puede una lectura fenomenológica de sus novelas La pasión según G.H. y Agua viva dar cuenta del ‘principio barbárico’ allí operante?
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