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Trauma y aborto de sentido: un esbozo fenomenológico acerca del sufrimiento psicopatológico desde las filosofías de Maurice Merleau-Ponty y Marc Richir

Semblanza

Bryan Zúñiga Iturra es Licenciado, Magíster y Candidato a Doctor en Filosofía por la Universidad de Chile. Actualmente prepara un trabajo de tesis titulado “Esbozo de una estética fenomenológica de la existencia humana. Una aproximación genética al sufrimiento psicopatológico desde la filosofía de Maurice Merleau-Ponty y Marc Richir”. Sus líneas de investigación se sitúan al interior de la tradición fenomenológica, y se centran especialmente en los problemas de la vulnerabilidad, afectividad y la corporalidad; en las filosofías de Maurice Merleau-Ponty, Henri Maldiney y Marc Richir. Entre sus recientes publicaciones se encuentran: “Pensar la experiencia temporal del encierro con Levinas y Maldiney”, en coautoría con Claudia Gutiérrez (2022), o, “Transpasibilidad, afectividad y vulnerabilidad: esbozo filosófico acerca de la experiencia del encierro desde la fenomenología existencial de Henri Maldiney” (2023), Actualmente, Bryan se desempeña como profesor en la Universidad Adolfo Ibáñez y en el programa Penta-UC de la Pontificia. También es integrante del seminario “Sujeto paciente y vulnerable”, de la Unidad de Filosofía de la Clínica Psiquiátrica Universitaria de la Universidad de Chile y de la Asociación Chilena de Fenomenología (ACHFEN), y miembro del comité editorial de las Revistas Akademéia de la Universidad Gabriela Mistral y Resonancias de la Universidad de Chile.

Resumen

La fenomenología emerge, a fines del siglo XIX y de la mano de Edmund Husserl, como una doctrina filosófica cuya misión fundamental consiste en describir las estructuras de la experiencia humana que configuran aquel “estilo” que da forma a nuestra más cotidiana relación con el mundo. Asuntos tales como la temporalidad, la afectividad, la corporalidad, la espacialidad y la intersubjetividad, en cuanto momentos articuladores de dicho “estilo” de “mundanización del mundo”, es decir, aquel “aspecto” a través del cual este nos aparece, adquieren dignidad filosófica posicionándose como temas fundamentales de esta tradición. En este marco general, los recientes estudios fenomenológicos de autores como Marc Richir, Tudi Gozé, Matthew Ratcliffe, Dan Zahavi y Havi Carel, además de continuar la labor descriptiva de la primera fenomenología, han hecho suya la “impronta crítica” que invita a comprender la fenomenología como un aparato teórico que permite repensar ciertos imaginarios sociales e instituciones simbólicas acerca de algunos “estilos de experiencia” considerados “anormales”. Este es el caso, a nuestro juicio, de aquello que ocurre cuando se describe fenomenológicamente aquella serie de experiencias reunidas mediante la noción “clínica” de “sufrimiento psicopatológico”. ¿Qué género de experiencia es aquel que está a la base de las psicopatologías? ¿De qué manera debe realizarse el estudio fenomenológico acerca de asunto ¿Debemos desarrollar una “psicopatología fenomenológica” que asuma como un hecho la siempre problemática distinción entre lo “normal” y lo “psicopatológico”? ¿O más bien debemos dar marcha a una “fenomenología de la psicopatología” que ponga en relieve el “estilo de experiencia” y la forma en que se configura el mundo en el contexto de vivencias tales como la depresión o la esquizofrenia? En dicho caso ¿cuáles serían las características distintivas de “estilo de configuración mundana”? Buscando resolver estos y otros interrogantes la siguiente propuesta tiene como objetivo principal elaborar una fenomenología que ponga en evidencia la forma específica a través de la cual “aparece el mundo” en el marco del sufrimiento psicopatológico. Para lograr este cometido nuestra indagación dispondrá de tres grandes momentos. En primer lugar, y situados al interior de la fenomenología existencial esbozada por Maurice Merleau-Ponty en Phénoménologie de la perception y La structure du comportement, presentaremos una “estética fenomenológica de la existencia humana” que ponga en relieve la manera mediante la cual se configura aquel “estilo” de experiencia único y singular a través del que, cada existente humano, se relaciona con el mundo. En este contexto, descubriremos qué rol desempeñan la “corporalidad” y la “afectividad” en el proceso de configuración del modo específico a través del que nos aparece el mundo. En segundo lugar, y a partir del marco teórico propuesto por Marc Richir en “Merleau-Ponty: una relación totalmente nueva con el psicoanálisis”, “De una división interna a la Stimmung” y Phantasia, imagination, affectivité, describiremos, desde una perspectiva fenomenológico-genética, el origen temporal que dicho “estilo de experiencia” mencionado en el primer apartado encuentra en los primeros vínculos y relaciones intersubjetivas que sostenemos en nuestra infancia. Para finalizar, y de esta forma llevar a cabo el objetivo central de nuestra contribución, presentaremos un esbozo “genético” acerca de la constitución temporal de aquel “estilo de experiencia” nombrado mediante la noción de “psicopatología”. En este contexto, estableceremos con ambos autores, pero también yendo más allá de lo estrictamente planteado por ellos, que el “sufrimiento psicopatológico” es, por sobre todas las cosas, un modo de “mundanización del mundo” en el que, producto de una experiencia traumática padecida durante la primera infancia, acontece un verdadero “aborto de sentido”. Es decir, un tipo de escenario vital en el que, la característica “potencia simbólica” por medio de la que el existente humano es capaz de dar un nuevo sentido al mundo con el que se vincula y a los “objetos culturales” con los que se encuentra, resulta inmovilizada debido a la serie de reminiscencias y resonancias afectivas que suscita la presencia de una “escena traumática” que, al menos en un principio, parece insuperable. De este modo, se espera que esta presentación contribuya a un diálogo en tres direcciones. Primero, en lo que respecta al origen “afectivo” y “extra-lingüístico” de aquello que fenomenológicamente es denominado el “sentido” de nuestra experiencia mundana. Segundo, en lo que dice relación al diálogo a propósito de la infancia entre cierta tradición fenomenológica y cierta tradición psicoanalítica. Por último, y quizás más importante, en lo que refiere a la, a nuestro juicio, posible “dimensión terapéutica” que encuentra su origen en la “potencia simbólica” que permite al existente humana reapropiarse de ciertos eventos pasados mediante un acto de reinstitución de sentido.
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